lunes, octubre 10, 2005

Misiva a otro

Te hablaré a ti, Hermano oculto en las profundidades del silencio, y te seré tan sincero como pueda serlo, aun cuando el pudor me reprima y mi instinto de autoprotección luche contra mi voluntad.
Debo decirte, Hermano, que bizarros sentimientos me han estado causando goce. Sentimientos peligrosos, Hermano, porque es demasiado dificil no perderse en ellos sin darse cuenta uno siquiera. Demandan tanto trabajo y dedicación y prometen tan florido futuro que es cosa fácil dejarse llevar por el alumbramiento y cegarse. Es un juego divertido pero peligroso y por tanto emocionante. Es cosa de todos los días el sorprenderme caminando con más elegancia que ayer, hablando más elocuentemente que ayer, viendo más claramente que ayer, pensando más rápido que ayer, siendo más brillante que ayer, y en esa evolución va uno siendo mejor que ayer y por tanto mejor que otros, Hermano mío. Y uno se va midiendo todos los días y la vara va siendo cada vez más alta, Socio silencioso, y me enorgullezco de ser quien soy al tiempo que esbozo una sonrisa de satisfacción, levemente, disimuladamente, para no dejar que vean en mí cuánta soberbia me hace sentir ser mejor que otros. Es peligroso, oh profundo Hermano, ir midiéndose en esos términos por la vida porque comienzas a medir a los demás. Y funciona pues eres inteligente y no eres el único que está jugando este juego. Entonces comienzas a inventar realidades y a agrupar a las personas y prontamente aparecen jerarquías ante tus ojos: personas inferiores, superiores y a tu mismo nivel; realidades tristes, alegres, miserables, agradables y repudiables, ¿comprendes a lo que me refiero?.
Hermano, esto es sólo el comienzo, porque mientras te sientas superior a otro te está permitido comentar con los de tu mismo nivel en la jerarquía, ya sea en broma o en serio (según el estado de ánimo colectivo), cuán mediocres o insignificantes son las personas inferiores. Y créeme, oh profundo Silente, que he sido suciamente hiriente. Y con ello he obtenido carcajadas de mis pares. Y me he sorprendido sonriendo para mis adentros.

Lo peor de todo, Hermano oculto, es que todo va siendo lentamente depositado en mis hondos y ambiciosos cofres que no pretenden llenarse aún. Todo va acumulandose y me convierto en un hombre más acaudalado por cada día que pasa, rápidamente, y nada va quedando de mí para los otros. Por esta razón he estado sintiendo el egoísmo crecer en mi interior y me es dificil evitar saber que mis arcas no contienen nada demasiado sólido y que si no me estoy constantemente comparando con los otros hombres de contenidos menos densos que los míos, el vacío se hace presente en mi pecho con tanto ímpetu que me sumerjo en mí como devorado por un foso. Y entonces me aterrorizo de mí. Y entonces vuelvo a compararme. Y entonces me sumerjo en el foso cobardemente fingiendo ignorancia.
Y entonces sigo midiendo el océano a cucharadas.

Hermano oculto en las profundidades del silencio,

¿en qué se diferencia mi obstinada ambición por ser el mejor,
de la avaricia?

No hay comentarios.: