lunes, octubre 10, 2005

Segundo

El hombre entra determinado a hacerse notar y le entrega unas palabras fuertes y pronunciadas al niño que tenía enfrente; acompañados ámbos por el silencio de las paredes blancas y pulcras que regalaban generosamente los ecos que no le pertenecían para nada, y que en un afán de hacer notar su imponente presencia concretamente inadvertida, devolvía intactas las palabras a los oídos del hombre que forzadamente las había pronuciado, y a los del niño que lo miraba fijamente a los ojos, decidido a hablar a través de ellos, a vomitar a través de ellos, a contestar con un eco muerto a través de ellos, y con un aliento óptico que el hombre inmediatamente captó como propio.
Así el niño sonrió en una forma deliberadamente falsa al observar y comprender en los ojos del hombre ese gesto ocular que se parece a una neblina cuando se acompaña de un borramiento pausado y doloroso de la sonrisa de una boca egocéntricamente masculina, esos ojos avergonzados del que se va sintiendo estúpido ante una respuesta merecidamente inesperada, esa boca que intenta no seguir sonriendo y que va borrando la risa lentamente, deseando con todas sus fibras musculares hacerlo más rápido, venciendo forzosamente la terquedad del orgullo que insiste aún en seguir haciendo la mueca ridícula del payaso idiota.
Así el hombre iba expresando con elocuencia en su rostro, las contracciones musculares clásicas de la fascie humillada, acompañadas de un abultamiento palpebral característico de quien ha sido herido en lo más profundo de su ego. El agua que habitaba en sus ojos era suficiente para que la luz se reflejara en ellos, y para dar la impresión, probablemente cierta, de que existía en ese hombre, en ese instante, un enorme deseo de llorar que coexistía en una encarnizada batalla con el deseo aún más fuerte de reprimir el llanto.

El niño observaba satisfecho el desmoronamiento de la fingida expresión facial inicial del hombre, orgulloso de sentir casi en su propia garganta, la dificultad que experimentaba el hombre para tragar la amarga saliva en su trayecto por el doloroso y ciego nudo de la cuerda que él mismo había ayudado a poner en su cuello.

Y así el hombre bajó su mirada y con ella su alma, y se entregó a un silencio que envolvió al niño y que infundió en éste, por primera vez, el sentimiento de compasión y de respeto.

Misiva a otro

Te hablaré a ti, Hermano oculto en las profundidades del silencio, y te seré tan sincero como pueda serlo, aun cuando el pudor me reprima y mi instinto de autoprotección luche contra mi voluntad.
Debo decirte, Hermano, que bizarros sentimientos me han estado causando goce. Sentimientos peligrosos, Hermano, porque es demasiado dificil no perderse en ellos sin darse cuenta uno siquiera. Demandan tanto trabajo y dedicación y prometen tan florido futuro que es cosa fácil dejarse llevar por el alumbramiento y cegarse. Es un juego divertido pero peligroso y por tanto emocionante. Es cosa de todos los días el sorprenderme caminando con más elegancia que ayer, hablando más elocuentemente que ayer, viendo más claramente que ayer, pensando más rápido que ayer, siendo más brillante que ayer, y en esa evolución va uno siendo mejor que ayer y por tanto mejor que otros, Hermano mío. Y uno se va midiendo todos los días y la vara va siendo cada vez más alta, Socio silencioso, y me enorgullezco de ser quien soy al tiempo que esbozo una sonrisa de satisfacción, levemente, disimuladamente, para no dejar que vean en mí cuánta soberbia me hace sentir ser mejor que otros. Es peligroso, oh profundo Hermano, ir midiéndose en esos términos por la vida porque comienzas a medir a los demás. Y funciona pues eres inteligente y no eres el único que está jugando este juego. Entonces comienzas a inventar realidades y a agrupar a las personas y prontamente aparecen jerarquías ante tus ojos: personas inferiores, superiores y a tu mismo nivel; realidades tristes, alegres, miserables, agradables y repudiables, ¿comprendes a lo que me refiero?.
Hermano, esto es sólo el comienzo, porque mientras te sientas superior a otro te está permitido comentar con los de tu mismo nivel en la jerarquía, ya sea en broma o en serio (según el estado de ánimo colectivo), cuán mediocres o insignificantes son las personas inferiores. Y créeme, oh profundo Silente, que he sido suciamente hiriente. Y con ello he obtenido carcajadas de mis pares. Y me he sorprendido sonriendo para mis adentros.

Lo peor de todo, Hermano oculto, es que todo va siendo lentamente depositado en mis hondos y ambiciosos cofres que no pretenden llenarse aún. Todo va acumulandose y me convierto en un hombre más acaudalado por cada día que pasa, rápidamente, y nada va quedando de mí para los otros. Por esta razón he estado sintiendo el egoísmo crecer en mi interior y me es dificil evitar saber que mis arcas no contienen nada demasiado sólido y que si no me estoy constantemente comparando con los otros hombres de contenidos menos densos que los míos, el vacío se hace presente en mi pecho con tanto ímpetu que me sumerjo en mí como devorado por un foso. Y entonces me aterrorizo de mí. Y entonces vuelvo a compararme. Y entonces me sumerjo en el foso cobardemente fingiendo ignorancia.
Y entonces sigo midiendo el océano a cucharadas.

Hermano oculto en las profundidades del silencio,

¿en qué se diferencia mi obstinada ambición por ser el mejor,
de la avaricia?

Voy

Voy siguiendo esa línea que se difumina en el negro incierto de unos recuerdos vagos, casi imperceptibles, que se mueven rápido hacia adelante de donde estoy, hacia atrás, hacia atrás de adonde quisiera moverme; voy siguiendo ese no sé qué que me mueve, esa línea intangible que de alguna forma va uniendo todo hecho del pasado y del futuro en una extraña coherencia que se parece a un antídoto para no alienarse en el juego de buscarle el sentido a las acciones pasadas y futuras. Voy corriendo a pasos agigantados hacia no sé dónde, voy brincando pero sucede que no avanzo, y sucede que soy demasiado pequeño para el escenario en el que me muevo, escenario de gigantes que me precedieron, y yo aquí, disfrazado de hombre que avanza, jugueteando a descubrir la realidad de mi pequeñez, esa gigante hazaña, y en tan desproporcionada meta me voy sumergiendo hasta donde mis ojos se vuelven más ciegos, y hasta donde mis ansias de ver me hacen imaginar visiones maravillosas de un mundo que se me presenta ausente de toda luz objetivizante, carente de todo parámetro que contraste el pensamiento divergente para hacer aterrizar el delirio y regalarlo a quien lo reciba, a quien lo comprenda, a quien me de una razón para no pensar que estoy enloqueciendo.

Vida

Qué fácil sería echar una mirada retrospectiva a mi vida y mitificarla. Decirme, comunicar a lo más incrédulamente íntimo de mí que mi historia personal ha tenido un sentido, una razón de ser, que ha valido la pena no sólo para mí sino para algo más allá de mí, que mi vida ha significado algo en la red de vida que cubre nuestra tierra y que mi muerte tiene un para qué en ese tejido vivo que nos parece tan natural, pero que es un fenómeno que no puedo comprender sino con la fe.
Qué simple sería fingir que no me importa estar vivo, que no me sorprende desde lo más hondo de mí el hecho de ser vida. Y porque me sorprende, porque me parece maravilloso el hecho de estar vivo es que me urge saber para qué, cuál es el sentido de mi vida, cuál es el sentido de nuestras vidas como seres humanos, cuál es el sentido de que siendo seres vivos, existamos. Me pueden hablar de la física y de la biología de la vida, de la filosofía de ella y hasta de su historia, pero nada explica satisfactoriamente el acontecimiento magestuoso de ver a un ser vivo vivir. De observar y preguntarse el cómo es posible que exista algo como la vida, ese acontecimiento único e irrepetible de ser en el tiempo y con el tiempo, de ser materia inerte y viviente en una sola unidad física, en un cuerpo, en una lágrima derramada ante la inexplicable tristeza que nos abruma de pronto y que nos abandona para sonreirnos a la distancia, como quien hace un ademán de despedida y se siente bendecido por sentir en las entrañas ese separarse del ser amado, que duele tanto, pero que nos recuerda nuevamente que estamos vivos y que amamos, y entonces sonreímos llenos de lágrimas y los sentimientos de felicidad, tristeza, dolor y añoranza se van mezclando entre risas, llantos, gritos y ademanes, y es en ese instante de mixtura en el que nos percatamos de que no existen todos aquellos sentimientos por separado y nos percatamos nuevamente de que estamos vivos, y de que la vida es lo único que poseemos, y de que en efecto estamos separados, y de que yo soy yo, y de que tu eres tú, y nos amamos.

Qué es la vida se pregunta la parte que escribe, mientras la parte que piensa se pierde en las respuestas posibles y la parte que siente se siente perdida. Qué es la vida circula como pregunta por mis arterias en un viaje místico lleno de sangre y células hambrientas de conocimiento. Qué es la vida se vuelve un eco en mis oídos y resuena en mi cerebro que gusta de analizarlo todo, resuena en mis ojos que no pueden ver la respuesta; qué es la vida ha llegado a mi boca y se ha hecho uno con mi aliento que ansía saborear los confines de mi existencia en busca del sabor que lo aclare todo. Qué es la vida se ha alhojado en mi corazón y se ha dormido en mis latidos rítmicos en dos tiempos y se ha tornado un soplo sitólico que en una eyección violenta ha sido repartido a todo mi cuerpo, a todas mis células, ha llegado a mis piernas y a mis brazos, ha llegado a mi cerebro, a mis genitales, a mi vientre, a mi recto, a mi pelo; qué es la vida se ha vuelto mi vida, mi cuerpo entero, y yo aún no puedo responder a mi vida qué es mi vida, porque no puedo responder que no es sino yo mismo, no puedo responder como alguien que sabe porque no sé quién soy más que la pregunta sin respuesta, la pregunta que se ha encarnado en mí y que vive en mí para no ser respondida jamás, para nadar en mis mares, para perderse en ellos para morir en mí y dar vida a lo que soy, a lo que irremediablemente soy, a lo que divinamente soy, a lo último y a lo primero que soy. Qué es la vida me pregunto y qué es la vida responde vida soy, porque soy vida. Vida soy porque vivo. Vida soy porque aún no he muerto. Vida soy porque amo.