jueves, marzo 13, 2008

Quillay de Mallarauco

Es un árbol, un árbol que se yergue sublime en lo alto de una colina o de mí en alguna superficie bajo él o simplemente en mi etérea imaginación que se suspende en las alturas y se ramifica. Pero es un árbol, un arbol hermoso, o es la silueta de un árbol. Lo veo claramente, aún ahora que ya no lo veo ni frente ni sobre mí. Recuerdo su silueta, la siento, la observo de nuevo desde lo hondo y en un delirio que me llama a la cordura lo plasmo en esta pintura de letras con las intenciones de traer de vuelta toda la oscuridad que mis ojos no pudieron captar a causa de la luz. Pero era un árbol, y yo sólo podía contemplarlo con mis ojos embelesados en lo nocturno de aquel paisaje pensando en el crepúsculo. En medio de la noche se erguía la silueta magnánima de ese árbol que ocultaba la luz del pueblo reflejada en las nubes. Era el atardecer del pueblo a media noche, era la puesta de pueblo, era la distancia intermedia entre amanecer y atardecer, era algo así como sumergirse en la refrescante marea del intermedio incierto, era y no era, era árbol y sombra, era erguirse yaciendo, eran raíces y ramas, eran hombres y árboles, era yo mismo hombre y yo mismo quillay, yo mismo lágrima y yo mismo desierto, era pasado en presente y era hermoso, triste y solitario, y era tan sólo un árbol solitario ensombrecido y sonriente. Era un árbol. Un árbol. Un árbol a medianoche.

1 comentario:

Macarena Muñoz San Martin dijo...

Por esas casualidades de la vida, que uno nunca logra entender, llegue a leer...a leerte. Debo decir que es realmente estremecedor, magico, y muchas veces autobiografico leer tus relatos. Especialmente aquel llamado "no te pierdas" que hiso q mi guata se apretara, y lo entendiera mejor q muchas otras cosas.
Un gusto volver a sabre de ti...Muchos saludos.
Maca Mu�oz